· Guía Espiritual · Libro III · Capítulo I ·


· Libro III· 

De los espirituales martirios con que Dios purga a las almas, de la contemplación infusa y pasiva, de la resignación perfecta, humildad interna, divina sabiduría, verdadera aniquilación e interior paz

                                           
                                                  · Capítulo I ·

                                 La diferencia que hay del hombre exterior al interior

1. Hay dos maneras de espirituales personas, unas interiores y exteriores otras. Estas buscan a Dios por afuera, por el discurso, imaginación y consideración. Procuran con gran conato para alcanzar las virtudes muchas abstinencias, maceración de cuerpo y mortificación de los sentidos. Se entregan a la rigurosa penitencia, se visten de cilicios, castigan la carne con disciplinas, procuran el silencio y llevan la presencia de Dios, formándole presente en su idea o imaginación, ya como pastor, ya como médico, ya como amoroso padre y señor. Se deleitan de hablar continuamente de Dios, haciendo muy de ordinario fervorosos actos de amor. Todo lo cual es arte y meditación.
2. Por este camino desean ser grandes, y a fuer de voluntarias y exteriores mortificaciones van en busca de los sensibles afectos y fervorosos sentimientos, pareciéndoles que sólo cuando los tienen reside Dios en ellos.
3. Este es camino exterior y de principiantes, y aunque es bueno no se llegará por él a la perfección, ni aun se dará un paso, como lo manifiesta la experiencia en muchos que después de cincuenta años de este exterior ejercicio se hallan vacíos de Dios y llenos de sí mismos, y sólo tienen de espirituales el nombre.
4. Hay otros espirituales verdaderos que han pasado por los principios del interior camino, que es-el que conduce a la perfección y unión con Dios, al que los llamó el Señor por su infinita misericordia de aquel exterior camino en que se ejercitaron primero. Estos, recogidos en lo interior de sus almas, con verdadera entrega en las divinas manos, con olvido y total desnudez, aun de sí mismos, van siempre con levantado espíritu en la presencia del Señor, por fe pura, sin imagen, forma ni figura, pero con gran seguridad fundada en la interior tranquilidad y sosiego, en cuyo infuso recogimiento tira el espíritu con tanta fuerza, que hace recoger allá dentro el alma, el corazón, el cuerpo y todas las corporales fuerzas.
5. Estas almas, como han pasado ya por la interior mortificación y Dios las ha purgado con el fuego de la tribulación, con infinitos y horribles tormentos, recetados todos de su mano y a su modo, son señoras de sí mismas porque en todo se han vencido y negado, y así viven con gran sosiego y paz interior. y aunque en muchas ocasiones sienten repugnancia y tentaciones, salen presto vencedoras, porque como ya son almas probadas y dotadas de la divina fortaleza, no pueden durar los movimientos de las pasiones. y si bien pueden perseverar por largo tiempo las vehementes tentaciones y penosas sugestiones del enemigo, quedan todas vencidas con infinita ganancia, porque ya es Dios el que dentro de ellas pelea.
6. Han alcanzado ya estas almas una gran luz y conocimiento verdadero de Cristo Señor nuestro, así de la divinidad como de la humanidad. Ejercitan este infuso conocimiento con silencio quieto, en el interior retiro y parte superior de sus almas, con un espíritu libre de imágenes y exteriores representaciones, y con un amor puro y desnudo de todas las criaturas. Se levantan, aun de las acciones exteriores, al amor de la humanidad y divinidad. Tanto cuanto conocen aman, y tanto cuanto gozan se olvidan, y en todo experimentan que aman a su Dios con todo su corazón y espíritu.
7. Estas felices y elevadas almas no se alegran de nada del mundo, sino del desprecio y de verse solas, y que todos las dejen y olviden. Viven tan desapegadas que aunque reciben continuamente muchas gracias sobrenaturales, no se mudan ni se inclinan a ellas más que si no las recibieran, conservando siempre en lo íntimo del corazón una grande bajeza y desprecio de sí mismas, humilladas siempre en el abismo de su indignidad y vileza.
Del mismo modo se están quietas, serenas y con igualdad de ánimo en las glorias y favores extraordinarios, como en los más rigurosos y acerbos tormentos. No hay nueva que las alegre ni suceso que las entristezca. Las tribulaciones no las perturban, ni la interior, continua y divina comunicación las desvanece, quedando siempre llenas del santo y filial temor en una maravillosa paz, confianza y serenidad.

                                                                                       Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro III, Capítulo I