· Guía Espiritual · Libro II · Capítulo X ·


                                            · Capítulo X ·

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74. El alma que es observante de la santa obediencia es poseedora, como dice San Gregorio, de todas las virtudes (Lib. 35, in Job., cap. 12). A ésta la premia Dios su humildad y obediencia, ilustrando y enseñando a su guía, a cuya dirección debe (por estar en lugar de Dios) sujetarse en todo y por todo, descubriendo con libertad, claridad, fidelidad y sencillez todos los pensamientos, obras, inclinaciones, inspiraciones y tentaciones; de esta manera no puede engañarla el demonio y se asegura, sin temor, de dar cuenta a Dios de las acciones que hace y de las que omite. De modo que quien quiere caminar sin guía, si no vive engañado, está muy cerca de serlo, porque la tentación le parecerá inspiración.
75. Sabrás que para ser perfecto no te basta obedecer y honrar a los superiores; es también necesario obedecer y honrar a los inferiores.
76. Ha de ser pues la obediencia, para ser perfecta, voluntaria, pura, pronta, alegre, interior, ciega y perseverante. Voluntaria, sin fuerza y sin temor; pura, sin interés terreno, sin respeto mundano o amor propio, puramente por Dios; pronta, sin réplica, sin excusa y sin dilación; alegre, sin aflicción interior y con diligencia; interior, no sólo ha de ser exterior y aparente, sino de ánimo y de corazón; ciega, sin juicio propio, sujetándolo con la voluntad a aquella de quien manda, sin investigar la intención, el fin o la razón de la obediencia; perseverante, con firmeza y constancia hasta morir.
77. La obediencia, dice San Buenaventura, ha de ser pronta, sin dilación; devota, sin dedignarse; voluntaria, sin contradicción; simple, sin examen; perseverante, sin pausa; ordenada, sin desvío; gustosa, sin turbación; valiente, sin pusilanimidad; y universal, sin excepción (Tract. 8, collationum). Desengáñate, alma benedita, que aunque quieras hacer la voluntad de Dios con toda diligencia, no hallarás jamás el camino sino por medio de la obediencia. En querer un hombre gobernarse por sí mismo va perdido y engañado. Aunque el alma tenga muy altas señales de que es buen espíritu el que le habla, si no se sujeta al parecer del espiritual director, téngase por demonio. Así lo dice Gerson y otros muchos maestros de espíritu. (Tract. de distinct. verarum revelationum.)
78. Sellará esta doctrina aquel caso de Santa Teresa. Viendo la Santa Madre que Doña Catalina de Cardona hacía en el desierto grande y rigurosa penitencia, se resolvió a imitarla contra el parecer de su padre espiritual que se lo impedía. Dijole entonces el Señor: Eso no, hija; buen camino llevas y seguro. ¿Ves toda la penitencia que hace Doña Catalina? Pues en más tengo tu obediencia (Su vida). Desde entonces hizo voto de obedecer al padre espiritual. y en el capitulo 26 refiere que la dijo Dios muchas veces no dejase de comunicar toda su alma y las mercedes que la hacía con el padre espiritual, y que en todo le obedeciese.
79. Mira cómo ha querido Dios que se asegurase esta celestial e importante doctrina por la Sagrada Escritura, por los santos, por los doctores, por las razones y ejemplos, para desarraigar del todo los engaños del enemigo.

                                                                                     Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro II, Capítulo X