· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo XV ·



· Capítulo XV ·

Prosigue lo mismo

"107. No solamente sirve esta verdadera doctrina para el tiempo de la oración, sino también para después de ella, de noche, de día y a todas horas y en todos los ejercicios cotidianos de tu vocación, obligación y estado. Y si me dijeres que muchas veces no te acuerdas entre día de renovar la resignación, respondo que, aunque te parece que te diviertes de ella por atender a las ocupaciones cotidianas de tu oficio, como estudiar, leer, predicar, comer, beber, negociar y otras semejantes, te engañas, que no por eso sales de ella ni dejas de hacer la voluntad de Dios ni de andar en virtual oración, como dice Santo Tomás.
108. Porque todas esas ocupaciones no son contra su voluntad ni contra tu resignación, porque es cierto quiere Dios que comas, estudies, trabajes, negocies, etc., y así, por atender a esos ejercicios, que son de su voluntad y agrado, no sales de su presencia ni de tu resignación.
109. Pero si en la oración o fuera de ella te divirtieses o distrajeses voluntariamente, dejándote llevar de alguna pasión con advertencia, será bien entonces volverte a Dios y a su divina presencia, renovando el puro acto de fe y de resignación. Pero no hay necesidad de hacer esos actos cuando te hallares con sequedad, porque la sequedad es buena y santa, y no puede, por más rigurosa que sea, quitarle al alma la divina presencia que está en la fe establecida. Jamás has de llamar a la sequedad distracción, porque en los principiantes es falta de sensibilidad y en los aprovechados es abstracción, por cuyo medio, si la abrazas con constancia, estándote quieta en tu nada, se interiorizará tu alma y obrará el Señor en ella maravillas.
110. Procura pues, desde que sales de la oración hasta que vuelves a ella, no distraerte ni divertirte, sino andar resignada totalmente en la voluntad de Dios, para que haga y deshaga de ti y de todas tus cosas según su divino beneplácito, fiándote de él como de amoroso Padre. No revoques jamás esta intención, y aunque te ocupes en las obligaciones del estado en que Dios te ha puesto, andarás siempre en oración, en la presencia de Dios y en perpetua resignación. Por eso dijo San Juan Crisóstomo: El justo no deja de orar, si no es que deje de ser justo; siempre ora el que siempre obra bien, y el buen deseo es oración, y si es continuo el deseo es también continua la oración(Super 1 Ad Thessalon. 5).
111. Todo lo entenderás con este claro símil. Cuando una persona comienza a caminar para ir a Roma, todos los pasos que da en el camino son voluntarios, y con todo eso no es necesario que a cada paso manifieste su deseo ni haga nuevo acto de la voluntad, diciendo: Quiero ir a Roma, voy a Roma, porque en virtud de aquel primer acto que tuvo de caminar a Roma persevera siempre en él la voluntad, de manera que camina sin decirlo, aunque no camina sin quererlo. y aun experimentarás claramente que este caminante con sólo un acto de voluntad y un querer, camina, habla, oye, ve, discurre, come y hace otras diversas operaciones, sin que éstas le interrumpan la primera voluntad ni aun el actual caminar a Roma.
112. De la misma manera pasa en el alma contemplativa: hecha una vez la determinación de hacer la voluntad de Dios y de estar en su presencia, se mantiene continuamente en ese acto mientras no le revoque, aunque se ocupe en oír, hablar, comer y cualesquiera otras buenas obras, y ejercicios exteriores de su vocación y estado. Todo lo dijo en pocas palabras Santo Tomás de Aquino: Non enim oportet, quod qui propter Deum aliquod iter arripuit, in qualibet parte itineris de Deo cogitet actu (Contra Gentiles, lib. 3, cap. 238, núms. 2 y 3).
113. Dirás que todos los cristianos van en este ejercicio porque todos tienen fe y pueden, aunque no sean interiores, ejecutar esta doctrina, especialmente los que caminan por el exterior camino de meditación y discurso. Es verdad que tienen fe todos los cristianos, y con especialidad los que meditan y consideran. Pero la fe de los que caminan por la vía interior es muy diferente, porque es fe pura, universal e indistinta, y por consiguiente más práctica, más viva, eficaz e ilustrada; porque el Espíritu Santo alumbra más al alma más dispuesta, y siempre lo está más la que tiene recogido el entendimiento, porque a la medida del recogimiento alumbra el divino Espíritu. Y aunque es verdad que en la meditación comunica Dios alguna luz, pero es tan escasa y diferente de la que comunica al entendimiento recogido en fe pura y universal como la que hay de dos o tres gotas de agua a la de un mar; porque en la meditación se le comunican una, dos o tres verdades particulares, pero en el recogimiento interior y ejercicio de fe pura y universal es un mar de abundancia la sabiduría de Dios que se le comunica en aquella oscura, simple, general y universal noticia.
114. Es también la resignación más perfecta en estas almas, porque nace de la interior e infusa fortaleza, la cual crece al paso que se continúa el interior ejercicio de la fe pura, con silencio y resignación. A la manera que crecen los. dones del divino Espíritu en las almas contemplativas, que aunque se hallan también estos divinos dones en todos los que están en gracia, pero son como muertos y sin fuerza, y con casi infinita diferencia de aquellos que reinan en los contemplativos por su ilustración, viveza y eficacia.
115. Por donde te desengañarás que el alma interior que tiene hábito de ir cada día a sus horas señaladas a la oración, con la fe y resignación que te he dicho, va continuamente en la presencia de Dios. Esta importante y verdadera doctrina la enseñan todos los santos, todos los experimentados y místicos maestros, porque todos tuvieron un mismo Maestro, que es el divino Espíritu."

                                                                            Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo XV