· Guía Espiritual · Libro II · Capítulo VI ·


                                              · Capítulo VI ·

                 Instrucción y avisos a los confesores y guías espirituales


28. El mis alto y fructuoso ministerio es el del confesor y espiritual director, y el de irreparables daños, si no se ejercita con acierto.
29. Será acertado elegir un patrón para tan gran ministerio, y que sea aquel santo a quien más se inclinare la devoción.
30. El primero y más seguro documento es procurar el interior y continuo recogimiento, y con eso se acertará en todos los ejercicios y empleos del propio estado y vocación, y con especialidad en el del confesionario, porque saliendo el alma interiormente recogida a estos exteriores y necesarios ejercicios, es Dios el que alumbra y obra en ellos.
31. Para guiar a las almas que fueren interiores no se les ha de dar documentos, sino irlas quitando con suavidad y prudencia los embarazos que impiden las influencias de Dios. Pero será necesario influirlas con aquel santo consejo de secretum meum mihi. Piensan muchas almas que son capaces de las interiores materias todos los confesores, y a más de ser engaño, se experimenta un gran perjuicio en comunicarlas con los que no lo fueren; porque aunque el Señor las haya puesto en el interior camino, no lo conocerán ni se lo avisarán por faltarles la experiencia, antes bien las impedirán la subida a la contemplación, mandándolas que mediten por fuerza, aunque no puedan, con lo cual las aturden y arruinan en lugar de ayudarlas al vuelo, porque Dios quiere que caminen a la contemplación y ellos las tiran a la meditación, por no saber otro camino.
32. Para que se haga fruto no se ha de buscar a ninguna alma para guiarla; importa que ellas vengan, y no se han de admitir todas, especialmente mujeres, porque no suelen venir con la disposición suficiente. Es gran medio para hacer fruto no hacerse maestro ni querer parecerlo.
33. Del nombre de hija ha de usar lo menos que pueda el confesor, porque es peligrosísimo, siendo Dios tan celoso y tan amoroso el epíteto.
34. Los empleos que ha de admitir el confesor fuera del confesionario han de ser pocos, porque Dios no le quiere agente de negocios. Y, si posible fuera, no había de ser visto sino en el confesionario.
35. El ser padrino y albacea no se ha de admitir una vez en la vida,. porque acarrea muchas inquietudes al alma, opuestas todas a la perfección de tan alto ministerio.
36. El confesor o guía espiritual no ha de visitar jamás las hijas espirituales, ni aun en caso de enfermedad, si ya no es que entonces fuere llamado por la enferma.
37. Si el confesor procura el interior y exterior retiro, serán sus palabras (aunque él no lo conozca) carbones encendidos que abrasarán las almas.
38. En el confesionario han de ser de ordinario suaves las reprensiones, aunque en el púlpito sean rigurosas, porque en éste ha de ser furioso león y en aquél se ha de vestir de la mansedumbre del cordero. ¡Oh, cuán eficaz es la suave reprensión para los penitentes! En el confesionario están ya movidos, y en el púlpito importa por su ceguedad y dureza aterrarlos. Pero se les ha de desengañar y reprender con vigor a los que llegan mal dispuestos y quieren por fuerza la absolución.
39. Después de hacer lo posible en el beneficio de las almas, no se ha de mirar el fruto, porque el demonio hace con sutileza parecer propio lo que es ajeno y de Dios, y acomete con la estimación propia y vana complacencia, enemigos capitales de la aniquilación que ha de procurar siempre el confesor para morir espiritualmente.
40. Aunque vea muchas veces que las almas no se aprovechan y que las aprovechadas pierden el espíritu, no se inquiete, quédese con su interior paz, a imitación de los ángeles custodios; aliéntese interiormente entonces con aquel desengaño, que tal vez lo permite Dios, entre otros fines, para humillarle.
41. Debe huir el confesor, y hacer huir a las almas que guía, de todo género de exterioridad, porque es muy aborrecida del Señor.
42. Aunque no debe mandar a las almas que comulguen, ni quitarles ninguna comunión por prueba, ni mortificación, cuando hay infinitos modos de probar y mortificar sin tanto perjuicio, sin embargo no ha de ser escaso con las almas que se hallan movidas del deseo verdadero, porque Jesucristo no se quedó para estar cerrado.
43. Por experiencia se sabe que la penitencia no se cumple cuando es grande y demasiada; siempre es mejor que sea de materia útil y moderada.
44. Si el padre espiritual muestra con singularidad a alguna hija más afición, es de grandísima inquietud para las otras. Importa aquí el disimulo y la prudencia, y no alabar con especialidad a ninguna; porque el demonio es amigo de poner cizaña con la guía, y se vale de aquellas mismas palabras para inquietar a las otras.
45. El continuo y principal ejercicio en las almas puramente místicas ha de ser en el interior, procurando la guía con disimulo destruir el amor propio y alentarlas a la paciencia de las interiores mortificaciones con que el Señor las purga, aniquila y perfecciona.
46. El deseo de revelaciones suele embarazar mucho a las almas interiores, y especialmente a las mujeres, y no hay sueño natural que no le bauticen con nombre de visión. Es necesario mostrar aborrecimiento a todos estos impedimentos.
47. Aunque en las mujeres es difícil el silencio en las cosas que el director ordena, sin embargo debe procurarlo, porque no es bien que lo que el Señor le inspira sea blanco de la censura.

                                                                           Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro II, Capítulo VI