· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo III ·


                                                               · Capítulo III ·

                                                              Prosigue lo mismo

 17. "Es común sentir de todos los santos que han tratado de espíritu, y de todos los maestros místicos, que no puede el alma llegar a la perfección y unión con Dios por medio de la meditación y discurso; porque sólo aprovecha para comenzar el camino espiritual hasta alcanzar un hábito de propio conocimiento, de la hermosura de la virtud y de la fealdad del vicio, cuyo hábito en opinión de Santa Teresa, se puede alcanzar en seis meses, y en la de San Buenaventura, en dos. (Prólog. Mistica Theolog.)

18. Oh, qué compasión se les ha de tener a casi infinitas almas que desde que comienzan hasta que acaban la vida se emplean en mera meditación, haciéndose violencia para discurrir, aunque Dios las prive del discurso para pasarlas a otro estado y oración más perfecta. y así se quedan, después de muchos años, imperfectas y al principio, sin hacer progreso ni aun dar un paso en el camino del espíritu, rompiéndose la cabeza con la composición de lugar, con la lección de puntos, imaginaciones y forzados discursos, buscando a Dios por afuera, teniéndole dentro de sí mismas.

19. De esto se lamentó San Agustín, en el tiempo que Dios le conducía al camino místico, diciéndole a su Majestad: Yo erré, Señor, como la ovejuela perdida, buscándote con industrioso discurso fuera, estando tú dentro de mí; mucho trabajé buscándote fuera de mí, y tú tienes tu habitación dentro de mí, si yo te deseo y anhelo por ti. Rodeé las calles y las plazas de la ciudad de este mundo buscándote, y no te hallé; porque mal buscaba fuera lo que estaba dentro de mí mismo (Soliloquio, cap. 31).

20. Véase al Doctor Angélico Santo Tomás, que con ser en todos sus escritos tan circunspecto, parece se burle de aquellos que por afuera van siempre buscando a Dios por discurso, teniéndole presente dentro de sí mismos: Gran ceguedad, y demasiada necedad (dice el Santo) hay en algunos que siempre buscan a Dios, continuamente suspiran por Dios, frecuentemente desean a Dios; claman y llaman cada día a Dios en la oración, siendo ellos mismos (según el Apóstol) templo vivo de Dios y su verdadera habitación, siendo su alma la silla y trono de Dios, en la cual continuamente descansa. ¿Quién, pues, sino un necio, busca fuera el instrumento, sabiendo que lo tiene encerrado dentro de casa? ¿O quién se conforta con el manjar que apetece y no gusta? Así es la vida de algunos justos, siempre buscando y nunca gozando, y así todas sus obras son menos perfectas (Opus c. 63, cap. 3).

21. Es constante que Cristo Señor nuestro enseñó a todos la perfección y quiere siempre que todos sean perfectos, con especialidad los idiotas y sencillos. Claramente manifestó esta verdad cuando eligió para su apostolado a los más ignorantes y pequeños, diciendo a su Eterno Padre: Te confieso y doy las gracias, oh Padre eterno, porque escondiste esta divina ciencia de los sabios y prudentes, y la manifestaste a los sencillos y pequeñuelos (Matth. 11). Y es cierto que éstos no pueden alcanzar la perfección por agudas meditaciones y sutiles consideraciones, pero son capaces como los más doctos para poder llegar a la perfección por los afectos de la voluntad, donde más principalmente consiste.

22. Enseña San Buenaventura a no pensar en ninguna cosa, ni aun en Dios, porque es imperfección el tener formas, imágenes y especies, por sutiles que sean, así de la voluntad como de la bondad, trinidad y unidad, y aun de la misma esencia divina; porque todas estas especies e imágenes, aunque parezcan deiformes, no son ellas Dios, el cual no admite imagen ni forma alguna. Non ibi (dice el Santo) oportet cogitare res de creaturis nec de angelis nec de Trinitate, quia haec sapientia per afectus desideriorum, non per meditationem praeviam habet consurgere (Mistica Theolog. par. 2. q. única). Importa no pensar aquí nada de las criaturas, de los ángeles ni del mismo Dios, porque esta sabiduría y perfección no se engendra por la meditación sutil, sino por el deseo y afecto de la voluntad.

23. No puede el Santo hablar con más claridad, y te inquietarás tú y aun querrás dejar la oración, porque no puedes o no sabes discurrir en ella, pudiendo tener buena voluntad, buen deseo y pura intención. Si en los hijuelos de los cuervos, desamparados de sus padres por pensar degeneraron viéndoles sin plumas negras, obra Dios con su rocío porque no perezcan ¿qué hará en las almas redimidas, aunque no puedan hablar ni discurrir, si creen, confían y abren la boca hacia el cielo manifestando su necesidad? ¿No es más que cierto ha de proveer la divina bondad dándoles el alimento necesario?

24. Claro está que es gran martirio, y no pequeño don de Dios, hallándose el alma privada de los sensibles gustos que tenía, caminar con sola la santa fe por las caliginosas y desiertas sendas de la perfección; pero no se puede llegar a ella sino por este penoso, aunque seguro medio. y así procura estar constante y no volver atrás, aunque te falte el discurso en la oración; cree entonces con firmeza, calla con quietud y persevera con paciencia, si quieres ser dichosa y llegar a la divina unión, a la eminente quietud y suprema paz interior."

                                            

                                                                                Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo III