· Capítulo IV ·
No se ha de afligir el alma ni ha de dejar la oración por verse rodeada de sequedades
"25. Sabrás que hay dos maneras de oración, una tierna, regalada, amorosa y llena de sentimientos; otra obscura, seca, desolada, tentada y tenebrosa. La primera es de principiantes, la segunda de aprovechados y que caminan a ser perfectos. La primera, la da Dios para ganar a las almas, la segunda para purificarlas. Con la primera los trata como a niños y miserables, con la segunda los comienza a tratar como a fuertes.
26. Aquel primer camino se puede llamar vida animal, y es de aquellos que van en busca de la devoción sensible, la cual suele dar Dios a los principiantes, para que llevados de aquel gustillo, como el animal del objeto sensible, se den a la vida espiritual. El segundo se llama vida de hombres, y es de aquellos que, no procurando dulzura sensible, pelean y batallan contra las propias pasiones para conquistar y alcanzar la perfección, que es empleo propio de hombres.
27. Asegúrate que la sequedad es el instrumento de tu bien, porque no es otra cosa que falta de sensibilidad, rémora que hace detener el vuelo casi a todos los espirituales, y aun los hace volver atrás, y dejar la oración, como se ve en muchísimas almas que perseveran sólo mientras gustan el sensible consuelo.
28. Sabe que se vale el Señor del velo de las sequedades para que no sepamos lo que obra dentro de nosotros, y con eso nos humillemos; porque si sintiéramos y reconociéramos lo que obra dentro de nuestras almas, entrara la satisfacción y presunción, pensando hacíamos alguna cosa y entendiendo estábamos muy cerca de Dios, con que nos vendríamos a perder.
29. Asienta por cierto en tu corazón que se ha de quitar primero toda la sensibilidad para caminar por el interior camino, y el medio de que Dios se vale son las sequedades. Por éstas quita también la reflexión o vista con que mira el alma lo que hace, único embarazo para pasar adelante y para que Dios se comunique y obre en ella.
30. No debes pues afligirte ni pensar no sacas fruto por no experimentar, en saliendo de la comunión u oración, muchos sentimientos, porque es engaño manifiesto. El labrador siembra en un tiempo y coge en otro. Así Dios, en las ocasiones y a su tiempo, te ayudará a resistir a las tentaciones y te dará, cuando menos lo pienses, santos propósitos y más eficaces deseos de servirle y rara que no te dejes llevar de la vehemente sugestión de enemigo, que envidioso te persuadirá no haces nada y que pierdes el tiempo para que dejes la oración, te quiero declarar algunos de los infinitos frutos que saca tu alma de estas grandes sequedades.
31. El primero es perseverar en la oración, de cuyo fruto se originan otros muchos.
El segundo, experimentarás un tedio de las cosas del mundo, el cual va poco a poco arrojando los malos deseos de la vida pasada y produciendo otros nuevos de servir a Dios.
El tercero, repararás en muchas faltas que antes no reparabas.
El cuarto, reconocerás, cuando vas a hacer alguna cosa mala, una advertencia en tu corazón que te refrena para que no la ejecutes, y otras veces para que no hables, para que no te quejes o te vengues, para que te prives de algún gustillo de la tierra o para que huyas de esta o aquella ocasión o conversación a que antes ibas y estabas muy. quieto, sin ninguna advertencia o estímulo de la conciencia.
El quinto, que después de haber caído, como flaco, en alguna leve culpa, sentirás dentro de tu alma una reprensión que te afligirá sobremanera.
El sexto, sentirás dentro de ti deseos de padecer y hacer la voluntad de Dios.
El séptimo, inclinación a la virtud y facilidad más grande en vencerte y vencer las dificultades de las pasiones y enemigos que te embarazan el camino.
El octavo, reconocerás un gran conocimiento, y aun confusión de ti misma, y estima grande de Dios sobre todo lo criado, desprecio de las criaturas y una firme resolución de no dejar la oración, aunque sepas te ha de ser de cruelísimo martirio.
El noveno, sentirás mayor paz en el alma, amor a la humildad y mortificación, confianza en Dios, sumisión y despego de todas las criaturas y, finalmente, cuantos pecados habrás dejado de hacer desde que tienes oración, todo es efecto de que el Señor obra dentro de tu alma sin que lo conozcas por medio de la oración seca, aun que no lo sientas mientras estás en ella, sino a su tiempo y ocasión.
32. Todos estos frutos y otros muchos son como nuevos pimpollos que nacen de la oración que tú quieres dejar por parecerte que estás seca, que no ves fruto ni te aprovechas en ella. Está constante y persevera con paciencia que, aunque tú no lo conoces, se aprovecha tu alma."
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo IV