· Libro II ·
·
Del padre espiritual y su obediencia, del celo indiscreto
y de las penitencias interiores y exteriores
· Capítulo I ·
Para vencer las astucias del enemigo,
el mayor remedio es sujetarse a un padre espiritual
1. De todas maneras conviene elegir un maestro experimentado en la vida interior, porque Dios no quiere hacer con todos lo que hizo con Santa Catalina de Siena, tomándolos de la mano para enseñarles inmediatamente el camino místico. Si para los pasos de naturaleza hay necesidad de maestro y guía, ¿qué será para los pasos de gracia? Si para lo exterior y aparente es menester maestro, ¿qué será para lo interior y secreto? Si para la teología moral, escolástica y expositiva, que claramente se enseñan, ¿qué será para la mística, secreta, reservada y oscura? Si para el trato y obras políticas y exteriores, ¿qué será para el interior trato con Dios?
2. Es también necesaria la guía para resistir y desvanecer las astucias de Satanás. Muchas razones dio San Agustín porque Dios ordenó que en su Iglesia presidiesen por luces doctores y maestros, hombres de la misma naturaleza. La principal es para librarnos de las astucias del enemigo, porque si dejara por norte de nuestras acciones al propio dictamen e impulso natural, tropezáramos por instantes y diéramos de ojos en mil abismos, como les sucede a los herejes y arrogantes. Si nos diera ángeles por maestros, nos deslumbraran los demonios, que se transfiguran en ángeles de luz. y así convino que Dios nos diera por guías y consejeros hombres como nosotros. Y si esta guía es experimentada, luego conoce las sutiles y diabólicas astucias, y en siendo conocidas, por su poca sustancia, quedan brevemente desvanecidas.
3. Antes que se elija el padre espiritual se ha de pensar bien y se ha de hacer oración, porque es materia gravísima y ha de venir de la mano de Dios. Pero elegido, no se ha de dejar sino por urgentísimas causas, como son no entender los caminos y estados por donde Dios lleva el alma, porque ninguno puede enseñar lo que no sabe, según buena regla de filosofía.
4. Y si no comprende, como dice San Pablo (1 Ad Corinto 2, 14), las cosas del espíritu de Dios, será para él ignorancia, porque se han de examinar espiritualmente y le falta la experiencia. Pero el espiritual, el experimentado, todo lo ve claramente y lo juzga como es. El no ser, pues, experimentada la guía es la principal causa para dejarla y elegir otra que lo sea, porque sin ella no se puede aprovechar el alma.
5. Para pasar de un estado malo al bueno no hay necesidad de consejo; pero para pasar del bueno al mejor es necesario tiempo, oración y consejo, porque no todo aquello que es mejor en sí es para cada uno en particular mejor ni todo lo que es bueno para uno es bueno para todos. Non omnibus omnia expediunt (Eccles. XXXVII, 31). Unos son llamados por camino exterior y ordinario, otros por el interior y extraordinario, y no todos están en un estado, siendo tantos y tan varios los del camino místico, y es imposible pueda nadie dar un paso por sus secretas e interiores sendas sin la experimentada guía, porque en vez de caminar derecho dará en el precipicio.
6. Cuando el alma anda con temores en el acierto de su camino y desea totalmente librarse de ellos, la sujeción a un padre espiritual experimentado es el medio más seguro, porque con la luz interior descubre con claridad cuál sea tentación y cuál inspiración, y distingue los movimientos que nacen de la naturaleza, del demonio y de la misma alma, la cual debe sujetarse en todo a quien tiene experiencia y le puede descubrir los apegos, idolillos y malos tratos que la embarazan el vuelo, porque de este modo no sólo se librará de las diabólicas astucias, pero caminará más en un año que caminaría en mil con otra guía sin experiencia.
7. En la vida del iluminado padre Fray Juan Taulero se refiere cómo aquel secular que le adelantó en el estado de la perfección dice de sí mismo que, desengañado del mundo y deseoso de ser santo, se dio a una grande abstinencia, hasta que una noche de enfermo y debilitado quedó dormido, y en el sueño oyó una voz del cielo que le decía: Hombre de tu propia voluntad, si antes de tiempo tú mismo te matas, te darás a ti mismo acerbas penas. Lleno de terror se fue a un desierto y comunicó su camino y abstinencia con un santo anacoreta, el cual por disposición del cielo le sacó de aquel engaño diabólico. Díjole que hacía su abstinencia por agradar a Dios. Interrogóle el anacoreta que con qué consejo la hacía, y habiéndole dicho que con ninguno, le respondió que era manifiesta tentación del demonio. Aquí abrió los ojos y desengañado de su perdición vivió siempre con consejo de padre espiritual; y asegura el mismo que en siete años le dio más luz que cuantos libros se han estampado.
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro II, Capítulo I