· Capítulo II ·
Aunque el alma se vea privada del discurso, debe perseverar en la oración y no afligirse, porque ésa es su mayor felicidad
6. "Hallaráste, como todas las demás almas a quienes el Señor llama al camino interior, llena de confusión y dudas por haberte faltado el discurso en la oración. Te parecerá que ya Dios no te ayuda como antes, que no es para ti el ejercicio de la oración, que pierdes el tiempo, pues no puedes, aun con fatiga, hacer un solo discurso como solías.
7. ¿Qué aflicciones y perplejidades te causará esta falta de discurso? Y si en esta ocasión no tienes un padre espiritual experimentado en el camino místico, te crecerá a ti la pena y a él la confusión. Juzgará que no está bien dispuesta tu alma y que para la seguridad de tu conciencia tienes necesidad de una general confesión, y no se sacará más fruto de la diligencia que la confusión de entrambos. Oh, cuántas almas son llamadas al interior camino y, en vez de guiarlas y adelantarlas, los padres espirituales, por no entenderlas, las detienen el curso y las arruinan.
8. Debes pues persuadirte, para no volver atrás cuando te faltare el discurso en la oración, que ésa es tu mayor felicidad, porque es señal clara te quiere hacer caminar el Señor por fe y silencio en su divina presencia, cuya senda es la más provechosa y la más fácil, porque con una sencilla vista o amorosa atención a Dios se representa el alma como un humilde mendigo delante de su Señor o como un niño sencillo se arroja en el suave y seguro seno de su amada madre. Así lo dijo Gerson: Ego licet per quadraginta annos vacaverim lectioni et orationi, tamen nihil efficatius, et ad consecutionem misticae Theologiae compendiosius invenire potui, quam si spiritus noster fiat coram Deo tamquam parvulus et mendicus.
9. No sólo es esta oración la más fácil, pero es también la más segura, porque está libre de las operaciones de la imaginación, sujeta siempre a los engaños del demonio y a los movimientos del humor melancólico y de discursos, en los cuales el alma fácilmente se distrae y con la especulación se enmaraña, mirándose a sí misma.
10. Queriendo Dios enseñar a su caudillo Moisés (Exod. 34) y darle las tablas de piedra con la divina ley escrita, le llamó a la falda del monte, en cuyo instante, estando Dios en él, quedó el monte tenebroso, circuido de oscuras y densas nubes, y Moisés ocioso, sin saber ni poder discurrir nada. Después de siete días, mandó a Moisés subir a lo alto del monte, donde se le manifestó glorioso y le llenó de gran consuelo.
11. Así a los principios que Dios quiere con extraordinario modo conducir al alma a la escuela de las divinas y amorosas noticias de la interior ley, la hace caminar con tinieblas y sequedades para acercarla a sí, porque sabe muy bien la divina Majestad que para llegarse a él y entender los divinos documentos no es el medio el de la propia industria y discurso, sino el de la resignación con silencio.
12. Qué grande ejemplo nos dio el Patriarca Noé. Después de haberle todos tenido por loco, y estar en medio de un indómito mar, inundado por todo el mundo, sin velas ni remos, circuido de feroces animales dentro de la cerrada arca, caminó con sólo la fe, sin saber ni entender lo que Dios quería hacer de él.
13. Lo que a ti más te importa, oh alma redimida, es la paciencia y no dejar la empresa de la oración, aunque no puedas discurrir; camina con la firme fe y con el santo silencio, muriendo en ti misma con todas tus naturales industrias, que Dios es quien es y no se muda ni puede errar ni querer otra cosa que tu bien. Claro está que quien ha de morir es fuerza que lo sienta; pero qué bien empleado tiempo el estar el alma muerta, muda y resignada en la divina presencia, para recibir sin embarazo las divinas influencias.
14. De los divinos bienes no son capaces los sentidos; y así, si tú quieres ser feliz y sabia, calla y cree, sufre y ten paciencia, confía y camina, que más te importa el callar y dejarte llevar de la divina mano que cuantos bienes hay en el mundo. y aunque te parecerá que no haces nada y que estás ociosa, estando así, muda y resignada, es infinito el fruto.
15. Mira el jumentillo vendado, dando vueltas a la rueda del molino, que si bien no ve ni sabe lo que hace, obra mucho en moler el trigo, y aunque él no lo guste, tiene su dueño el fruto y el gusto. ¿Quién no juzgará que en tanto tiempo que está la semilla debajo de la tierra no está ya perdida? y después se ve salir, crecer y multiplicar. Lo mismo hace Dios en el alma cuando la priva de la consideración y discurso, pues pensando ella no hacer nada y estar perdida, se halla con el tiempo medrada, desapegada y perfecta, sin haber jamás esperado tanta dicha.
16. Procura pues no afligirte ni volver atrás, aunque no puedas discurrir en la oración; sufre, calla y ponte en la divina presencia, persevera con confianza y fía de su infinita bondad, que te ha de dar la constante fe, la verdadera luz y la divina gracia. Camina a ciegas vendada, sin pensar ni discurrir; ponte en sus amorosas y paternales manos, sin querer hacer otra cosa que su divino beneplácito."
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo II