· Capítulo V ·
Para guiar almas por el camino interior son necesarias luz,
experiencia y divina vocación
23. Te parecerá, y con gran satisfacción, que eres a propósito para guiar almas por el camino del espíritu, y quizás será soberbia secreta, ambición espiritual y conocida ceguedad, porque a más de pedir este alto ejercicio superior luz, total desapego y las demás calidades que te diré en los siguientes capítulos, es necesaria la gracia de vocación, sin la cual todo es vanidad, satisfacción y propia estima; porque aunque el gobernar almas y conducirlas a la contemplación y perfección. es santo y bueno, ¿cómo sabes que Dios te quiere en este empleo? y aunque tú conozcas (lo que no es fácil) que tienes grande luz y experiencia, ¿de dónde te consta que te quiere el Señor en ese ejercicio?
24. Es éste un ministerio de calidad, que no nos-hemos nosotros jamás de poner en él hasta que Dios nos ponga por medio de los superiores o las espirituales guías. Sería para nosotros de grave perjuicio aunque al prójimo fuésemos de algún provecho. Qué nos importa ganar para Dios todo un mundo si nuestra alma padece detrimento (Matth. 16).
25. Aunque sepas con evidencia que tu alma está dotada de interior luz y experiencia, lo que más a ti te importa es estarte en tu nada,. quieta y resignada, hasta que Dios te llame para el beneficio de las almas. A él sólo toca, que conoce tu suficiencia y desapego; no te toca a ti hacer ese juicio ni adelantarte a ese ministerio, porque te cegará, te perderá y engañará el amor propio si te gobiernas por tu parecer y juicio en un negocio de tanto peso.
26. Pues si la experiencia, la luz y suficiencia no bastan para admitir este empleo cuando falta la gracia de vocación, ¿qué será sin la suficiencia, qué será sin la luz interior, qué será sin la debida experiencia, cuyos dones no se comunican a todas las almas, sino a las desapegadas, a las resignadas y a aquellas que pasaron a la perfecta aniquilación por medio de la terrible tribulación y pasiva purgación? Desengáñate alma benedita, que todas las obras que en este ejercicio no fueren gobernadas de un verdadero celo, nacido del amor puro y del ánimo purgado, van vestidas de la vanidad, del amor propio y de la ambición espiritual.
27. Oh, cuántos pagados de sí mismos emprenden por su propio parecer y juicio este ministerio, y en vez de agradar a Dios, vaciar y desapegar sus almas, aunque hagan algún fruto en el prójimo, se llenan de tierra, de paja y de estimación propia. Estáte quieta y resignada, niega tu juicio y deseo, abísmate en tu insuficiencia y en tu nada, que ahí sólo está Dios, la verdadera luz, tu dicha y la mayor perfección.
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro II, Capítulo V