· Capítulo XIV ·
Se declara cómo puesta el alma en la presencia de Dios, con perfecta resignación por el acto puro de fe, va siempre en la oración y fuera. de ella en virtual y adquirida contemplación
"99. Dirásme (como me han dicho muchas almas) que hecha la entrega de ti misma con perfecta resignación en la presencia de Dios, por el acto puro de fe ya referido, que no mereces ni aprovechas, porque el pensamiento en el tiempo de la oración se divierte de manera que no puede estar fijo en Dios.
100. No te desconsueles, porque no pierdes el tiempo ni el mérito, ni dejas tampoco de estar en oración, porque no es necesario que en todo aquel tiempo del recogimiento estés pensando actualmente en Dios; basta haber tenido la atención al principio, mientras no te diviertas de propósito ni revoques la actual intención que tuviste. Como el que oye misa y reza el divino oficio, que cumple muy bien con su obligación en virtud de aquella primera intención actual, aunque después no persevere teniendo actualmente fijo el pensamiento en Dios.
101. Así lo asegura con las siguientes palabras el Angélico Doctor Santo Tomás: Sola aquella primera intención y pensamiento en Dios que al principio tuvo el que ora tiene valor y fuerza para que todo lo demás del tiempo sea verdadera oración impetratoria y meritoria, aunque todo ese tiempo de más que dura la oración no haya actual consideración en Dios (2.2, q.82, arto 13). Mira si puede el Santo hablar más claro a nuestro intento.
102. De manera que siempre dura la oración (dice Santo Tomás), aunque ande vagueando con infinitos pensamientos la imaginación, si no los quiere ni deja el lugar ni la oración ni muda la primera intención de estar con Dios. Y es cierto que no la muda mientras no deja el lugar, con que se infiere en buena doctrina que persevera en la oración, aunque la imaginativa ande revolando con varios e involuntarios pensamientos. «En espíritu y en verdad (dice el Santo en el lugar citado) ora el que va a la oración con espíritu e intento de orar, aunque después por su flaqueza y miseria ande vagueando con el pensamiento: Evagatio vero mentis quae fit praeter propositum, orationis fructum non tollit.»
103. Pero me dirás que por lo menos ¿no te has de acordar en aquel tiempo de que estás delante de Dios, diciéndole muy de ordinario: Vos, Señor, estáis dentro de mí y quisiera darme toda a vos? Respondo que no hay necesidad, porque tú tienes voluntad de hacer oración y a ese fin viniste a aquel lugar. La fe y la intención te bastan, y ésas siempre perseveran, y cuanto más sencilla es esta memoria, sin palabras ni pensamientos, tanto es más pura, espiritual, interior y digna de Dios.
104. ¿No sería despropósito y poco respeto si estando tú en la presencia del Rey le dijeses de cuando en cuando: Señor, yo creo que está aquí Vuestra Majestad. Esto mismo es lo que sucede. Por el ojo de la pura fe ve el alma a Dios, le cree y está en su presencia, y así, cuando el alma cree no tiene necesidad de decir: Mi Dios, vos estáis aquí, sino de creer como cree, pues en llegando el tiempo de la oración, la fe y la intención la guían y llevan a contemplar a Dios por medio de la pura fe y perfecta resignación.
105. De suerte, que mientras no retractes esa fe e intención de estar resignada, siempre andas en fe y en resignación, y por consiguiente en oración y virtual y adquirida contemplación, aunque no lo sientas ni hagas memoria ni nuevos actos ni reflexión. Como el cristiano, la casada y el religioso, que aunque no hagan nuevos actos ni recuerdos, el uno por la profesión, diciendo: Yo soy religioso, la otra por el matrimonio, diciendo: Yo soy casada, y el otro por el bautismo, diciendo: Yo soy cristiano, no por eso dejan de estar siempre bautizado el uno, casada la otra, y profeso el otro. Sólo estarán obligados, el cristiano a hacer buenas obras en prueba de su fe y a creer más con los efectos que con las palabras, la casada a dar señales de la fidelidad que prometió a su esposo, y el religioso, de la obediencia que ofreció a su superior.
106. De la misma manera el alma interior, resuelta una vez a creer que Dios está en ella y a resignarse y a no querer ni obrar sino por Dios y a la presencia de Dios, se debe contentar con esa su fe e intención en todas sus obras y ejercicios, sin formar ni repetir nuevos actos de esa fe ni de esa resignación."
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo XIV