· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo VI ·



                                              · Capítulo VI ·

No se ha de inquietar el alma por verse cercada de tinieblas, porque éstas son el instrumento de su mayor felicidad

"39. Hay dos maneras de tinieblas, unas infelices y felices otras. Las primeras son las que nacen del pecado, y éstas son desdichadas, porque conducen al cristiano al eterno precipicio. Las segundas son las que el Señor permite en el alma para fundarla y establecerla en la virtud, y éstas son dichosas, porque la iluminan, la fortalecen y ocasionan mayor luz. y así, no has de turbarte, afligirte ni desconsolarte por verte obscura y tenebrosa, juzgando que Dios te falta y también la luz que antes experimentabas; antes bien, debes entonces perseverar con confianza en la oración, porque es señal manifiesta que Dios por su misericordia quiere introducirte en la interior senda y dichoso camino del Paraíso. ¡Oh, qué dichosa serás si las abrazas con paz y resignación, como instrumentos de la perfecta quietud, de la verdadera luz y de todo tu espiritual bien!
40. Sabe, pues, que el camino de las tinieblas es de los que se aprovechan, y el más perfecto, seguro y derecho, porque en ellas hace el Señor su trono: Et posuit tenebras latibulum suum (Psal. 17). Por ellas crece y se hace grande la luz sobrenatural que Dios infunde en el alma. En medio de ellas se engendra la sabiduría y el amor fuerte. Por ellas se aniquila el alma y se consumen las especies que embarazan la vista derecha de la divina verdad. Por este medio introduce Dios al alma por el interior camino en oración de quietud y perfecta contemplación, tan de pocos experimentada. Por ellas, finalmente, purifica el Señor los sentidos y sensibilidades que embarazan el camino místico.
41. Mira si se han de estimar y abrazar las tinieblas. Lo que debes hacer en medio de ellas es creer estás delante del Señor y en su presencia, pero ha de ser con una atención suave y quieta. No quieras saber nada ni busques regalos, ternuras ni sensibles devociones, ni quieras hacer otra cosa que el divino beneplácito, porque de otro modo no harás en toda tu vida otra cosa que círculos y no darás un paso en la perfección."                                                                                  
                                                                             
                                                                                  Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo VI