· Capítulo XVI ·
Modo con que se puede entrar en el recogimiento interior por la santísima humanidad de Cristo Nuestro Señor
"116. Hay dos maneras de espirituales totalmente opuestos. Unos dicen que siempre se han de meditar y considerar los misterios de la pasión de Cristo. Otros, dando en un extremo opuesto, enseñan que la meditación de los misterios de la vida, pasión y muerte del Salvador no es oración, ni aun su memoria, que sólo se ha de llamar oración la alta elevación en Dios, cuya divinidad contempla el alma en quietud y silencio.
117. Es cierto que Cristo Señor nuestro es la guía, la puerta y el camino, según él mismo lo dijo por su boca: Ego sum via, veritas et vita (loan., 14). Y que primero que el alma esté idónea para entrar en la presencia de la divinidad y para unirse con ella, se ha de lavar con la preciosa sangre del Redentor y se ha de adornar con las riquezas de su pasión.
118. Es Cristo Señor nuestro, con su doctrina y ejemplo, la luz, el espejo, la guía del alma, el camino y única puerta para entrar en aquellos pastos de la vida eterna y mar inmenso de la divinidad. De donde se infiere que no se ha de borrar del todo la memoria de la pasión y muerte del Salvador. Y es también cierto que por la más alta elevación de mente a que haya llegado el alma no ha de separar del todo la santísima humanidad.
119. Pero no se infiere de aquí que el alma que está enseñada al interior recogimiento, aquella que ya no puede discurrir, haya de estar siempre meditando y considerando (como dicen los otros espirituales) en los santísimos misterios del Salvador. Es santo y bueno el meditar, y pluguiese a Dios que todos los del mundo lo ejercitasen. y deben también al alma que con facilidad medita, discurre y considera dejarla en ese estado y no sacarla a otro más alto, mientras en el de la meditación halla cebo y provecho.
120. A Dios sólo toca, y no a la guía, el pasar al alma de la meditación a la contemplación, porque si el Señor no la llama con su especial gracia a este estado de oración, no hará nada la guía con toda su sabiduría y documentos.
121. Para dar, pues, en el medio y en la seguridad, y huir de estos dos extremos tan opuestos, que ni se ha de borrar ni separar del todo la humanidad, ni se ha de tener continuamente delante de los ojos, habemos de suponer que hay dos maneras de atender a la santa humanidad para entrar por la divina puerta, que es Cristo, bien nuestro.
122. La primera, considerando los misterios y meditando las acciones de la vida, pasión y muerte del Salvador. La segunda, pensando en él por la aplicación del entendimiento, por la pura fe o mediante la memoria. Cuando el alma se va perfeccionando e internando por el recogimiento interior, después de haber meditado algún tiempo los misterios, de los cuales ya está informada, entonces conserva la fe y el amor al encarnado Verbo, estando dispuesta a hacer por su amor cuanto le inspirase, obrando según sus preceptos, aunque no los tenga siempre delante de los ojos. Como si a un hijo le dijesen que no debe nunca desamparar a su padre, no por eso le quieren obligar a tener siempre los ojos fijos en él, sino a conservarlo siempre en su memoria, para atender a su tiempo y ocasión a lo que debe.
123. El alma, pues, que entró en el recogimiento interior por parecer de la experimentada guía, no tiene necesidad de entrar por la primera puerta de la meditación de los misterios, estando continuamente meditando en ellos, porque ni lo podrá hacer sin gran fatiga del entendimiento, ni tiene necesidad de esos discursos, porque ésos sólo sirven de medio para llegar a creer lo que ya llegó a alcanzar.
124. El modo más noble, el más espiritual y el más propio de estas almas aprovechadas en el recogimiento interior para entrar por la humanidad de Cristo Señor nuestro y conservar su memoria es de la segunda manera, mirando esta humanidad y su pasión por un acto sencillo de fe, amándola y acordándose que es el tabernáculo de la divinidad, el principio y fin de nuestra salvación, y que por nuestro amor nació, padeció y llegó afrentosamente a morir.
125. Este es el modo que hace aprovechar a las almas interiores, sin que esta santa, piadosa, veloz e instantánea memoria de la humanidad les pueda servir de embarazo para el curso del interior recogimiento, si ya no es que cuando entra en la oración se siente el alma recogida, porque entonces será mejor continuar el recogimiento y mental exceso. Pero no hallándose recogida, no le impide a la más alta y elevada alma, a la más abstraída y transformada, el sencillo y veloz recuerdo de la humanidad del divino Verbo.
126. Este es el modo que asegura Santa Teresa en los contemplativos, y el que destierra las opiniones ruidosas de algunos escolásticos. Este es el camino recto, seguro y sin peligro, y el que el Señor ha enseñado a muchas almas para llegar al descanso y santo ocio de la contemplación.
127. Póngase, pues, el alma, cuando entra al recogimiento, a las puertas de la divina misericordia, que es la amorosa y suave memoria de la cruz y pasión de aquel Verbo humanado y muerto de amor. Estése allí con humildad resignada en la divina voluntad para cuanto quisiere hacer de ella su Majestad. Y si de esta santa y dulce memoria es luego llevada al olvido, no hay necesidad de hacer nueva repetición, sino de estarse en silencio y quietud en la presencia del Señor.
128. Maravillosamente favorece San Pablo nuestra doctrina en la epístola que escribió a los Colosenses, en donde les exhorta, a ellos y a nosotros, que si comemos, o bebemos o hacemos alguna cosa, sea en nombre de Jesucristo y por su amor. Omne quodcumque facitis in verbo aut in opere, omnia in nomine Domini Iesu Christifacite, gratias agentes Deo et Patri per ipsum (Ad Coloss., cap. 3, ver. 17). Quiera Dios que todos comencemos por Jesucristo, y que sólo en él y por él lleguemos a la perfección."
Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo XVI