· Guía Espiritual · Introducción ·


 · GUÍA ESPIRITUAL ·
  Que desembaraza al alma 
 y la conduce por el interior camino 
para alcanzar la perfecta contemplación 
   y el rico tesoro de la interior paz 
de
· Miguel de Molinos ·

                                     
                                 · Introducción · 

                                                                  A quien leyere 

"No hay cosa más difícil en el mundo que agradar a todos ni más fácil y usada que censurar los libros que salen a la luz pública. Al común riesgo de entrambos daños salen sujetas todas las obras que se publican, sin excepción de ninguna, aunque amparadas de la mayor protección. ¿Qué será de este pequeño librito sin patrocinio, cuyo manjar, por místico y mal guisado, lleva consigo la común censura y el desabrimiento? Si no lo entiendes, lector amigo, no por eso lo censures.

Oirá y leerá el hombre animal estas espirituales materias, pero no llegará, dice San Pablo, a comprenderlas: Animalis hamo non percipit ea, quae sunt spritus Dei (1 Ad Coro 2) ["Porque el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:14)]*. Si las condenas, te condenas al número de los sabios de este siglo, de quienes dice San Dionisio que no les comunica Dios esta sabiduría como a los sencillos y humildes, aunque en el concepto del mundo sean ignorantes..

La ciencia mística no es de ingenio, sino de experiencia; no es inventada, sino probada; no leída, sino recibida, y así es segurísima y eficaz, de grande ayuda y colmado fruto.

No entra la ciencia mística en el alma por los oídos ni por la continua lección de los libros, sino por la liberal infusión del divino espíritu, cuya gracia se comunica con regaladísima intimidad a los sencillos y pequeños. (Matth. 11). [Mateo 11:25], [Lucas 10:21].

Hay algunos doctos que no han leído jamás estas materias y algunos espirituales que hasta ahora no las han gustado, y por esto los unos y los otros las condenan; aquéllos por ignorancia y éstos por falta de experiencia.

Es cierto que a quien le falta la experiencia de esta dulzura no podrá juzgar de estos misteriosos secretos, antes bien se escandalizará, como suelen muchos, de oír las maravillas que usa el amor divino con las almas, por no ver en las suyas esas finezas. ¿Quién pondrá tasa a la bondad divina, cuya mano no está abreviada para hacer lo que en otros tiempos? No llama Dios por mérito al más fuerte, sino al más flaco y miserable, para que más resplandezca su infinita misericordia.

No es esta ciencia de teórica, sino de práctica, en don-de sobrepuja con grandísima ventaja la experiencia a la más avisada y despierta especulativa, y como los sabios puramente escolásticos no la experimentan, la condenan:

Hi autem quaecumque quidem ignorant blasphemant (Iudae 1). Por eso advirtió Santa Teresa a su padre espiritual que no tratase las materias espirituales sino con hombres que lo fuesen: Porque si no saben (dice) más de un camino, o se han quedado en el medio, no podrán así atinar (Vida, cap. 22).

Bien se conocerá que no tiene experiencia de esta práctica y mística ciencia el que condenara la doctrina de este libro, y que no ha visto a San Dionisio, San Agustín, San Gregorio, San Bernardo, Santo Tomás, San Buenaventura y otros muchos santos y doctores aprobados por la Iglesia, que aprueban, califican y enseñan, como experimentados, la práctica de esta doctrina.

Debe advertirse que la doctrina de este libro no instruye a todo género de personas, sino solamente a aquellas que tienen bien mortificados los sentidos y pasiones, y que están ya aprovechadas y encaminadas a la oración y llamadas de Dios al interior camino, a las cuales alienta y guía, quitándolas los impedimentos que embarazan el paso a la perfecta contemplación.

He procurado que el estilo de este libro sea devoto, casto y provechoso, sin exornación de pulidas frases, sin ostentación de elocuencias ni sutilezas teológicas; sólo he atendido a enseñar la verdad desnuda con humildad, sencillez y claridad.

No admire ver salir cada día a la luz del mundo nuevos libros espirituales, porque Dios tiene siempre que comunicar nuevas luces y las almas tienen siempre necesidad de estas instrucciones. Ni todo está dicho ni todo está escrito, y así habrá siempre que escribir hasta el fin del mundo. Admirables fueron las luces que Dios comunicó a su Iglesia por medio del Doctor Angélico Santo Tomás, y en la hora de su muerte dijo él mismo que le había comunicado su Majestad tanta luz en aquel instante, que era nada cuanto hasta entonces había escrito. Luego tiene y tendrá siempre Dios nuevas luces que comunicar, sin que se agote su infinito saber.

No deben acobardar las muchas y grandes penas del interior camino, porque lo que mucho vale, razón es que cueste. Ten buen ánimo, que no sólo las que aquí se representan, sino muchas más se superarán con la divina gracia e interior fortaleza.. No ha sido jamás mi intento tratar de la contemplación ni de su defensa, como muchos que docta y especulativamente han publicado enteros libros llenos de eficaces razones, de doctrinas y autoridades de los santos y de la Sagrada Escritura para desvanecer la opinión de los que la han condenado y condenan por no haberla experimentado ni aun especulativamente entendido.

La experiencia de largos años (por las muchas almas que se han fiado de mi insuficiencia para la conducción del interior camino a que han sido llamadas) me ha enseñado la grande necesidad que hay de quitarlas los embarazos, inclinaciones, afectos y apegos que totalmente las impiden el paso y el camino a la perfecta contemplación.

Todo este práctico libro se dirige a este principal intento, porque no basta asegurar el interior camino de la contemplación contra los que lo contradicen, si no se les quita a las almas llamadas y aseguradas los embarazos que las estorban el paso y espiritual vuelo; para cuyo fin me he valido más de lo que Dios por su infinita misericordia me ha inspirado y enseñado, que lo que la especulativa lección de los libros me ha administrado e instruido. Tal vez, aunque pocas, cito alguna autoridad de autor práctico y experimentado, para que se entienda que no es singular y rara la doctrina que aquí se enseña. Este, pues, ha sido mi primer blanco, no asegurar el interior camino, sino desembarazarlo. El segundo, instruir a los directores para que no estorben el curso a las almas llamadas por estas secretas sendas a la interior paz y suma felicidad. Quiera Dios, por su infinita misericordia, se consiga lo que tanto se desea. Ya sé que muchos por falta de experiencia han de censurar lo que aquí se enseña, pero fío en Dios se han de aprovechar algunas almas de las que su Majestad llama a esta ciencia, por cuyo fruto daré por bien empleado mi desvelo. Este ha sido el blanco único de mi deseo, y si Dios, como es constante, acepta y se sirve de estos puros deseos, quedaré contento, aunque rígidamente censurado."
                                                                                                                                                       
                                                              
                                                                                                Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Introducción



*Acotaciones [entre corchetes] realizadas por el autor de este blog.

· Guía Espiritual · Proemio ·


                                                                   
                              · Proemio ·
                                                                           ·
                                                                 Advertencia I
                                                                          ·
De dos modos se puede ir a Dios: el primero por meditación y discurso; el segundo, por pura fe y contemplación. 

1. Dos modos hay de ir a Dios, uno por consideración y discurso, y otro por pureza de fe, noticia indistinta, general y confusa. El primero se llama meditación; el segundo, recogimiento interior o adquirida contemplación. El primero es de principiantes, el segundo de aprovechados. El primero es sensible y material, el segundo es más desnudo, puro e interior.

2. Cuando el alma está ya habituada a discurrir en los misterios, juntándose con la imaginativa y usando de imágenes corporales, siendo traída de criatura en criatura y de noticia en noticia (teniéndola muy corta de lo que desea) y de éstas al Criador, entonces la suele coger Dios de la mano (si no es que la llame a los principios y la introduzca sin discurso por el camino de la pura fe) y haciendo que deje atrás el entendimiento todas las consideraciones y discursos, la adelanta y saca de aquel estado sensible y material, y hace que debajo de una simple y oscura noticia de fe aspire sólo con las alas del amor a su esposo, sin que tenga ya necesidad para amarle de las persuasiones e informaciones del entendimiento, porque de ese modo sería muy corto su amor, muy pendiente de las criaturas, muy a gotas, y ésas, caídas a pausas y despacio.

3. Cuanto menos pendiere de criaturas y más estribare en sólo Dios y su secreta enseñanza, mediante la fe pura, más firme, durable y fuerte será el amor. Después que ya el alma ha adquirido la noticia que la pueden dar todas las meditaciones e imágenes corporales de las criaturas, si ya el Señor la saca de ese estado, privándola del discurso, dejándola en la divina tiniebla para que camine por el camino derecho y fe pura, déjese guiar y no quiera amar con la escasez y cortedad que ellas le informan, sino suponga que es nada cuanto todo el mundo y los más delicados conceptos de los entendimientos más sabios la pueden decir, y que la bondad y hermosura de su amado excede infinitamente a todo su saber, persuadiéndose que todas las criaturas son muy bozales para informarla y traerla al verdadero conocimiento de su Dios.

4. Debe, pues, pasar adelante con su amor, dejándose atrás todo su entender. Ame a Dios como es en sí, y no como se lo dice y forma su imaginación; y si no lo puede conocer como es en sí, ámelo sin conocerlo debajo de los velos oscuros de la fe; de la manera que un hijo que nunca ha visto a su padre, por lo que de él le han informado, a quien da todo crédito, le ama como si ya le hubiese visto.

5. El alma a quien se le ha quitado el discurso debe no violentarse ni buscar por fuerza noticia más clara o particular, sino sin yugos, ni arrimos de consuelos o noticias sensibles, con pobreza de espíritu y vacío de todo lo que su apetito natural le pide, estar quieta, firme y constante, dejando obrar al Señor, aunque se vea sola, seca y llena de tinieblas, que si bien le parecerá ociosidad, es sólo de su sensible y material actividad, no de la de Dios, el cual está obrando en ella la ciencia verdadera. Finalmente, tanto cuanto más sube el espíritu, tanto más se desarrima de lo sensible. Muchas son las almas que han llegado y llegan a esta puerta, pero pocas las que han pasado y pasan por falta de experimentada guía; y las que la tienen y han tenido, por no sujetarse con verdadero y total rendimiento.

6. Dirán que no amará la voluntad, sino que estará ociosa, si el entendimiento no entiende distinta y claramente; porque es asentado principio que no se puede amar sino lo que se conoce. A esto se responde que aunque el entendimiento no conoce distintamente, por discurso, imágenes y consideraciones, entiende y conoce por la fe oscura, general y confusa, cuyo conocimiento, aunque tan oscuro, indistinto y general, como es sobrenatural, es más claro y perfecto conocimiento de Dios que cualquiera noticia sensible y particular que en esta vida se puede formar, porque toda imagen corporal y sensible dista de Dios infinitamente.

7. Más perfectamente, dice San Dionisio, conocemos a Dios por negaciones que por afirmaciones. Más altamente sentimos de Dios conociendo que es incomprensible y sobre todo nuestro entender, que concibiéndole debajo de alguna imagen y hermosura criada, que es entenderle a nuestro modo tosco (Mistica Theolog. 1, 2). Luego más estima y amor se engendrará de este modo confuso, oscuro y negativo, que de otro cualquiera sensible y distinto; porque aquél es más propio de Dios y desnudo de criaturas, y éste, por el contrario, cuanto más depende de criaturas tanto, menos tiene de Dios.


                                                               Advertencia II

                         En qué se diferencia la meditación de la contemplación

8. Dice San Juan Damasceno, y otros santos, que la oración es una subida o levantamiento del entendimiento en Dios (De fide, lib. 3, cap. 24). Es Dios superior a todas las criaturas y no puede el alma mirarle y tratar con él, sino levantándose sobre todas ellas. Este amigable trato que el alma tiene con Dios, que es la oración, se divide en meditación y contemplación.

9. Cuando el entendimiento considera los misterios de nuestra santa fe con atención para conocer sus verdades, discurriendo sus particularidades y ponderando sus circunstancias para mover los afectos en la voluntad, este discurso y piadoso afecto se llama propiamente meditación.

10. Cuando ya el alma conoce la verdad (ora sea por el hábito que ha adquirido con los discursos o porque el Señor le ha dado particular luz) y tiene fijos los ojos del entendimiento en la sobredicha verdad, mirándola sencillamente, con quietud, sosiego y silencio, sin tener necesidad de consideraciones ni discursos ni otras pruebas para convencerse, y la voluntad la está amando, admirándose y gozándose en ella, ésta se llama propiamente oración de fe, oración de quietud, recogimiento interior o contemplación.

11. La cual dice Santo Tomás, y todos los maestros místicos, que es una vista sencilla, suave y quieta de la eterna verdad, sin discurso ni reflexión (2.2. q. 180, arto 3.° y 4.°). Pero si se alegra o mira los efectos de Dios en las criaturas; y entre ellas en la humanidad de Cristo Señor nuestro como más perfecta de todas, ésta no es perfecta contemplación, según aprueba Santo Tomás (allí mismo), pues todas ellas son medios para conocer a Dios como es en sí, y aunque la humanidad de Cristo nuestro Señor es el medio más santo y más perfecto para ir a Dios y el supremo instrumento de nuestra salud y la canal por donde recibimos todo el bien que esperamos, con todo esto la humanidad no es el sumo bien, el cual consiste en ver a Dios, pero como Jesucristo es más por su divinidad que por su humanidad, así el que piensa y mira siempre a Dios (como la divinidad está unida a la humanidad) siempre mira y piensa en Jesucristo, mayormente el contemplativo, en quien la fe es más sencilla, pura y ejercitada.

12. Siempre que se alcanza el fin cesan los medios, y llegando al puerto la navegación. Así el alma, si después de haberse fatigado por medio de la meditación, llega a la quietud, sosiego y reposo de la contemplación, debe entonces cercenar los discursos y reposar quieta, con una atención amorosa y sencilla vista de Dios, mirándole y amándole, y desechando con suavidad todas las imaginaciones que se le ofrecen, quietando el entendimiento en aquella divina presencia, recogiendo la memoria, fijándola toda en Dios, contentándose con el conocimiento general y confuso que de él tiene por la fe, aplicando toda la voluntad en amarle, donde estriba todo el fruto.

13. Dice San Dionisio: En cuanto a vos, carísimo Timoteo, aplicándoos seriamente a las místicas especulaciones, dejad los sentidos y las operaciones del entendimiento, todos los objetos sensibles e inteligibles, y universalmente todas las cosas que son y las que no son, y en una manera no conocida e inefable, en cuanto al hombre es posible, levantaos a la unión de aquel que es sobre toda naturaleza y conocimiento (Mistica Theolog.). Hasta aquí el Santo.

14. Luego importa dejar todo el ser criado, todo lo que es sensible, todo lo que es inteligible y afectivo, y finalmente todo aquello que es y lo que no es, para arrojarse en el amoroso seno de Dios, que él nos volverá todo lo que habemos dejado, acompañado de fortaleza y eficacia para amarle más ardientemente, cuyo amor nos mantendrá dentro de este santo y bienaventurado silencio, que vale más que todos los actos juntos. Dice Santo Tomás: Es muy poco lo que el entendimiento puede alcanzar de Dios en esta vida, pero es mucho lo que la voluntad puede amar (1, 2, q. 27, arto 2).

15. Cuando el alma llega a este estado, debe recogerse toda dentro de sí misma, en su puro y hondo centro, donde está la imagen de Dios: allí la atención amorosa, el silencio, el olvido de todas las cosas, la aplicación de la voluntad con perfecta resignación, escuchando y tratando con él tan a solas como si en todo el mundo no hubiese más que los dos.

16. Con justa razón dicen los santos que la meditación obra con trabajo y con fruto; la contemplación sin trabajo, con sosiego, paz, deleite y mucho mayor fruto. La meditación siembra y la contemplación coge; la meditación busca y la contemplación halla; la meditación rumia el manjar, la contemplación le gusta y se sustenta con él.

17. Todo lo dijo el místico Bernardo [de Claraval] sobre aquellas palabras del Salvador: Quaerite et invenietis, pulsate, et aperietur vobis. Lectio apponit ori solidum cibum, meditatio frangit, oratio saporem conciliat, contemplatio est ipsa dulcedo, quae iucundat, et reficit (De scala claustralium) [Buscad y hallaréis, golpead y se os abrirá. La lectura pone ante la boca alimento solido, la contemplación lo desmenuza, la oración proporciona su sabor, la meditación es la dulzura misma, que alegra y restablece (La Escala de los Monjes)]*. Con esto se declara qué sea meditación y contemplación, y la diferencia que hay entre las dos.


                                                                  Advertencia III

En qué se diferencia la contemplación adquirida y activa de la infusa y pasiva, y se ponen las señales por donde se conocerá cuándo quiere Dios pasar al alma de la meditación a la contemplación

18. Hay también dos maneras de contemplación, una imperfecta, activa y adquirida, otra infusa y pasiva. La activa (de la cual se ha hablado hasta ahora) es aquella que se puede alcanzar con nuestra diligencia, ayudados de la divina gracia; recogiendo las potencias, y sentidos, preparándonos para todo lo que Dios quisiere. Así lo dicen Rojas (Vit. spirit., cap. 19) y Arnaya (Confes., 47).

19. Encarga San Bernardo esta activa contemplación, hablando sobre aquellas palabras: Audiam quid loquatur in me Deus (Psal. 84) [Oiré qué dice Dios en mí. (Salmo 84)]. Y dice: Optimam partem elegit Maria, licet non minoris (fortasse) meriti sit apud Deum humilis conversatio Marthae, sed de electione Maria laudatur, quoniam illa omnino (quoad nos spectat) eligenda, haec vera si iniungitur, patienter est toleranda [Maria eligió la mejor parte, aunque quizá el humilde trato de Marta no sea el menor merito ante Dios, sin embargo, en cuanto a la elección, Maria es alabada, porque aquella parte ha de ser absolutamente elegida; sin embargo, esta parte, si nos es impuesta, ha de ser tolerada pacientemente].

20. Encarga también Santo Tomás esta adquirida contemplación, con las siguientes palabras: Quanto hamo animam suam, vel alterius propinquius Deo coniungit, tanto sacrificium est Deo magis acceptum, unde magisacceptum est Deo, quod aliquis animam suam, et aliorum applicet contemplationi, quam actioni (2. 2. q. 182, arto 2) [Cuanto más une a Dios su alma el hombre o la de otro prójimo, tanto más agradable a Dios es el sacrificio; por tanto, es más agradable a Dios que uno aplique su alma o la de otros a la meditación que a la acción]. Palabras verdaderamente claras para cerrar la boca a los que condenan la adquirida contemplación.

21. Cuanto más el hombre propincuamente se llega a Dios o procura llegar su alma y la de otros, tanto es mayor y más acepto sacrificio para Dios, de donde se infiere (concluye el mismo Santo) que será en el hombre para Dios más agradable y acepta la aplicación de su alma y de las otras a la contemplación que a la acción. Ni se puede decir que hable aquí el Santo de la infusa contemplación, porque no está en mano del hombre aplicarse a la infusa, sino a la adquirida.

22. Aunque se dice que podemos nosotros introducirnos a la contemplación adquirida con la ayuda del Señor, con todo eso nadie de su motivo se ha de atrever a pasar del estado de meditación a éste sin consejo del experimentado director, el cual conocerá con claridad si es el alma llamada de Dios a este interior camino, o en falta del director, lo conocerá la misma alma por algún libro que trate de estas materias, enviado de la divina providencia para descubrir lo que sin conocer experimentaba dentro de su interior. Pero aunque se asegurara por la luz del libro a dejar la meditación por la quietud de la contemplación, siempre le quedará un ardiente deseo de ser más perfectamente instruida.

23. y para que lo sea en este punto, quiero darla las señales por donde conocerá esta vocación a la contemplación. La primera y principal es no poder meditar, y si medita es con notable inquietud y fatiga, mientras no provenga de la indisposición del cuerpo, ni desazón del natural, ni de humor melancólico, ni sequedad nacida de la falta de preparación.

24. Conoceráse que no es ninguna de estas faltas, sino vocación verdadera, cuando se le pasa un día, un mes y muchos meses sin poder discurrir en la oración. Llévala el Señor al alma por la contemplación (dice la Santa Madre Teresa) y queda el entendimiento muy inhabilitado para meditar en la pasión de Cristo, que como la meditación es todo buscar a Dios, como una vez se halla y queda acostumbrada el alma por obra de la voluntad a volverle a buscar, no quiere cansarse con el entendimiento (Moradas, 6, cap. 7). Hasta aquí la Santa.

25. La segunda señal es que, aunque le falta la devoción sensible, busca la soledad y huye la conversación. La tercera, que la lección de los espirituales libros le suele dar tedio, porque no le hablan de la interior suavidad que está dentro de su interior, sin que lo conozca. La cuarta, que si bien está privada del discurso, con todo esto se halla con propósito firme de perseverar en la oración. La quinta” que reconocerá un conocimiento grande y confusión de sí misma, aborreciendo la culpa y haciendo de Dios más alta estima.

26. La otra contemplación es perfecta e infusa, en la cual (como dice Santa Teresa) habla Dios al hombre, suspendiéndole el entendimiento y atajándole el pensamiento, y tomándole (como dicen) la palabra de la boca, que aunque quiera no puede hablar si no es con mucha pena. Entiende que sin ruido de palabras le está enseñando este divino Maestro, suspendiéndole las potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si obrasen. Gozan sin entender cómo gozan. Está el alma abrasándose en amor, y no entiende cómo ama; conoce que goza de lo que ama, y no sabe cómo lo goza; bien entiende que no es gozo, que alcanza el entendimiento a desearlo; abrázale la voluntad sin entender cómo, mas no pudiendo entender algo, ve que no es éste bien que se puede merecer con todos los trabajos que se pasen juntos por ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del Cielo, que en fin da como quien es y a quien quiere y como quiere. En lo cual su Majestad es el que todo lo hace, que es obra suya sobre nuestro natural. (Camino de perfección, cap. 25.) Todo es de la Santa Madre. Por donde se infiere que esta contemplación perfecta es infusa, la cual da el Señor graciosamente a quien quiere.


                                                              Advertencia IV

Asunto de este libro, que es desarraigar la rebeldía de nuestra propia voluntad para alcanzar la interior paz

27. El camino de la interior paz es ajustarnos en todo con lo que la divina voluntad dispone: In omnibus debemus subjicere voluntatem nostram voluntati divinae, haec est enim pax voluntatis nostrae, ut sit per omnia conformis voluntati divinae (Hugo Cardinalis in Psal. 13) [En todo debemos someter nuestra voluntad a la voluntad divina; pues esto es la paz en nuestra voluntad: que sea en todo conforme a la voluntad divina. (Hugo Cardinalis en Salmo 13)]. Los que todo quieren que suceda y se haga conforme a su gusto no han llegado a conocer este camino (Viam pacis non cognoverunt, Psal. 13) [(No conocieron el camino
de la paz. Salmo 13)] ni quieren andar por él, y así viven una vida amarga y desabrida, siempre inquietos y alterados, sin encontrar con el camino de la paz, que es el de la total conformidad con la divina voluntad.

28. Esta conformidad es el yugo suave que nos introduce en la región de la paz y serenidad interior. Por donde conoceremos que la rebeldía de nuestra voluntad es la causa principal de nuestra inquietud y que por no sujetarnos al yugo suave de la divina, padecemos tantas turbaciones y desasosiegos. ¡Oh almas!, si rindiéramos nuestra voluntad a la divina y a todas sus disposiciones, ¡qué tranquilidad experimentaríamos, qué suave paz, qué serenidad interior, qué suma felicidad y remedo de la bienaventuranza! Este pues ha de ser el asunto de este libro; quiera el Señor darme la divina luz para descubrir las secretas sendas de este interior camino, y suma felicidad de la perfecta paz.


                                                                        Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Proemio



*Anotaciones [entre corchetes] realizadas por el autor de este blog.

· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo I ·


· Libro I · 
·
De las tinieblas, sequedades y tentaciones 
con que Dios purga a las almas,
 y del recogimiento interior o contemplación adquirida

· Capítulo I ·
·
Para que Dios descanse en el alma, se ha de pacificar siempre el corazón 
en cualquiera inquietud, tentación y tribulación

1."Has de saber que es tu alma el centro, la morada y reino de Dios. Pero para que el Gran Rey descanse en ese trono de tu alma, has de procurar tenerla limpia, quieta, vacía y pacífica. Limpia de culpas y defectos; quieta de temores; vacía de afectos, deseos y pensamientos; y pacífica en las tentaciones y tribulaciones.
2. Debes pues tener siempre pacífico el corazón para conservar puro ese vivo templo de Dios, y con recta y pura intención has de obrar, orar, obedecer y sufrir sin género de alteración cuanto el Señor fuere servido de enviarte. Porque es cierto que por el bien de tu alma y tu espiritual provecho ha de permitir al envidioso enemigo turbe esa ciudad de quietud y trono de paz con tentaciones, sugestiones y tribulaciones, y por medio de las criaturas, con penosas molestias y grandes persecuciones.
3. Está constante y pacifica tu corazón en cualquiera inquietud que te ocasionaren estas tribulaciones. Éntrate allá dentro para vencerlas, que allí está la divina fortaleza que te defiende, te ampara y por ti guerrea. Si un hombre tiene una segura fortaleza, no se inquieta aunque le persigan los enemigos, porque en entrándose allá dentro, quedan burlados y vencidos. El castillo fuerte para triunfar de tus enemigos visibles e invisibles y de todas sus acechanzas y tribulaciones está dentro de tu misma alma, porque allí reside la divina ayuda y el soberano socorro; éntrate allá dentro y todo quedará quieto, seguro, pacífico y sereno.
4. Tu principal y continuo ejercicio ha de ser pacificar ese trono de tu corazón para que repose en él el Soberano Rey. El modo de pacificarlo ha de ser entrándote dentro de ti mismo, por medio del interior recogimiento. Todo tu amparo ha de ser la oración y recogimiento amoroso en la Divina Presencia. Cuando te vieres más combatida, retírate a esa región de paz, donde hallarás la fortaleza. Cuando más pusilánime, recógete a ese refugio de la oración, única arma para vencer al enemigo y sosegar la tribulación. No te has de apartar de ella en la tormenta, hasta que experimentes, como otro Noé, la tranquilidad, la seguridad y serenidad, y hasta que tu voluntad se halle resignada, devota, pacífica y animosa.
5. Finalmente, no te aflijas ni desconfíes por verte pusilánime. Vuélvete a quietar, siempre que te alteres; porque sólo quiere este divino Señor de ti, para reposar en tu alma y hacer un rico trono de paz en ella, que busques dentro de tu corazón, por medio del interior recogimiento y con su divina gracia, el silencio en el bullicio, la soledad en el concurso, la luz en las tinieblas, el olvido en el agravio, el aliento en la cobardía, el ánimo en el temor, la resistencia en la tentación, la paz en la guerra y la quietud en la tribulación."

                                                        Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo I


· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo II ·


                                                     
                                                                · Capítulo II ·


 Aunque el alma se vea privada del discurso, debe perseverar en la oración y no afligirse, porque ésa es su mayor felicidad


6. "Hallaráste, como todas las demás almas a quienes el Señor llama al camino interior, llena de confusión y dudas por haberte faltado el discurso en la oración. Te parecerá que ya Dios no te ayuda como antes, que no es para ti el ejercicio de la oración, que pierdes el tiempo, pues no puedes, aun con fatiga, hacer un solo discurso como solías.

7. ¿Qué aflicciones y perplejidades te causará esta falta de discurso? Y si en esta ocasión no tienes un padre espiritual experimentado en el camino místico, te crecerá a ti la pena y a él la confusión. Juzgará que no está bien dispuesta tu alma y que para la seguridad de tu conciencia tienes necesidad de una general confesión, y no se sacará más fruto de la diligencia que la confusión de entrambos. Oh, cuántas almas son llamadas al interior camino y, en vez de guiarlas y adelantarlas, los padres espirituales, por no entenderlas, las detienen el curso y las arruinan.

8. Debes pues persuadirte, para no volver atrás cuando te faltare el discurso en la oración, que ésa es tu mayor felicidad, porque es señal clara te quiere hacer caminar el Señor por fe y silencio en su divina presencia, cuya senda es la más provechosa y la más fácil, porque con una sencilla vista o amorosa atención a Dios se representa el alma como un humilde mendigo delante de su Señor o como un niño sencillo se arroja en el suave y seguro seno de su amada madre. Así lo dijo Gerson: Ego licet per quadraginta annos vacaverim lectioni et orationi, tamen nihil efficatius, et ad consecutionem misticae Theologiae compendiosius invenire potui, quam si spiritus noster fiat coram Deo tamquam parvulus et mendicus.

9. No sólo es esta oración la más fácil, pero es también la más segura, porque está libre de las operaciones de la imaginación, sujeta siempre a los engaños del demonio y a los movimientos del humor melancólico y de discursos, en los cuales el alma fácilmente se distrae y con la especulación se enmaraña, mirándose a sí misma.

10. Queriendo Dios enseñar a su caudillo Moisés (Exod. 34) y darle las tablas de piedra con la divina ley escrita, le llamó a la falda del monte, en cuyo instante, estando Dios en él, quedó el monte tenebroso, circuido de oscuras y densas nubes, y Moisés ocioso, sin saber ni poder discurrir nada. Después de siete días, mandó a Moisés subir a lo alto del monte, donde se le manifestó glorioso y le llenó de gran consuelo.

11. Así a los principios que Dios quiere con extraordinario modo conducir al alma a la escuela de las divinas y amorosas noticias de la interior ley, la hace caminar con tinieblas y sequedades para acercarla a sí, porque sabe muy bien la divina Majestad que para llegarse a él y entender los divinos documentos no es el medio el de la propia industria y discurso, sino el de la resignación con silencio.

12. Qué grande ejemplo nos dio el Patriarca Noé. Después de haberle todos tenido por loco, y estar en medio de un indómito mar, inundado por todo el mundo, sin velas ni remos, circuido de feroces animales dentro de la cerrada arca, caminó con sólo la fe, sin saber ni entender lo que Dios quería hacer de él.

13. Lo que a ti más te importa, oh alma redimida, es la paciencia y no dejar la empresa de la oración, aunque no puedas discurrir; camina con la firme fe y con el santo silencio, muriendo en ti misma con todas tus naturales industrias, que Dios es quien es y no se muda ni puede errar ni querer otra cosa que tu bien. Claro está que quien ha de morir es fuerza que lo sienta; pero qué bien empleado tiempo el estar el alma muerta, muda y resignada en la divina presencia, para recibir sin embarazo las divinas influencias.

14. De los divinos bienes no son capaces los sentidos; y así, si tú quieres ser feliz y sabia, calla y cree, sufre y ten paciencia, confía y camina, que más te importa el callar y dejarte llevar de la divina mano que cuantos bienes hay en el mundo. y aunque te parecerá que no haces nada y que estás ociosa, estando así, muda y resignada, es infinito el fruto.

15. Mira el jumentillo vendado, dando vueltas a la rueda del molino, que si bien no ve ni sabe lo que hace, obra mucho en moler el trigo, y aunque él no lo guste, tiene su dueño el fruto y el gusto. ¿Quién no juzgará que en tanto tiempo que está la semilla debajo de la tierra no está ya perdida? y después se ve salir, crecer y multiplicar. Lo mismo hace Dios en el alma cuando la priva de la consideración y discurso, pues pensando ella no hacer nada y estar perdida, se halla con el tiempo medrada, desapegada y perfecta, sin haber jamás esperado tanta dicha.

16. Procura pues no afligirte ni volver atrás, aunque no puedas discurrir en la oración; sufre, calla y ponte en la divina presencia, persevera con confianza y fía de su infinita bondad, que te ha de dar la constante fe, la verdadera luz y la divina gracia. Camina a ciegas vendada, sin pensar ni discurrir; ponte en sus amorosas y paternales manos, sin querer hacer otra cosa que su divino beneplácito."

                                                      Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo II




· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo III ·


                                                               · Capítulo III ·

                                                              Prosigue lo mismo

 17. "Es común sentir de todos los santos que han tratado de espíritu, y de todos los maestros místicos, que no puede el alma llegar a la perfección y unión con Dios por medio de la meditación y discurso; porque sólo aprovecha para comenzar el camino espiritual hasta alcanzar un hábito de propio conocimiento, de la hermosura de la virtud y de la fealdad del vicio, cuyo hábito en opinión de Santa Teresa, se puede alcanzar en seis meses, y en la de San Buenaventura, en dos. (Prólog. Mistica Theolog.)

18. Oh, qué compasión se les ha de tener a casi infinitas almas que desde que comienzan hasta que acaban la vida se emplean en mera meditación, haciéndose violencia para discurrir, aunque Dios las prive del discurso para pasarlas a otro estado y oración más perfecta. y así se quedan, después de muchos años, imperfectas y al principio, sin hacer progreso ni aun dar un paso en el camino del espíritu, rompiéndose la cabeza con la composición de lugar, con la lección de puntos, imaginaciones y forzados discursos, buscando a Dios por afuera, teniéndole dentro de sí mismas.

19. De esto se lamentó San Agustín, en el tiempo que Dios le conducía al camino místico, diciéndole a su Majestad: Yo erré, Señor, como la ovejuela perdida, buscándote con industrioso discurso fuera, estando tú dentro de mí; mucho trabajé buscándote fuera de mí, y tú tienes tu habitación dentro de mí, si yo te deseo y anhelo por ti. Rodeé las calles y las plazas de la ciudad de este mundo buscándote, y no te hallé; porque mal buscaba fuera lo que estaba dentro de mí mismo (Soliloquio, cap. 31).

20. Véase al Doctor Angélico Santo Tomás, que con ser en todos sus escritos tan circunspecto, parece se burle de aquellos que por afuera van siempre buscando a Dios por discurso, teniéndole presente dentro de sí mismos: Gran ceguedad, y demasiada necedad (dice el Santo) hay en algunos que siempre buscan a Dios, continuamente suspiran por Dios, frecuentemente desean a Dios; claman y llaman cada día a Dios en la oración, siendo ellos mismos (según el Apóstol) templo vivo de Dios y su verdadera habitación, siendo su alma la silla y trono de Dios, en la cual continuamente descansa. ¿Quién, pues, sino un necio, busca fuera el instrumento, sabiendo que lo tiene encerrado dentro de casa? ¿O quién se conforta con el manjar que apetece y no gusta? Así es la vida de algunos justos, siempre buscando y nunca gozando, y así todas sus obras son menos perfectas (Opus c. 63, cap. 3).

21. Es constante que Cristo Señor nuestro enseñó a todos la perfección y quiere siempre que todos sean perfectos, con especialidad los idiotas y sencillos. Claramente manifestó esta verdad cuando eligió para su apostolado a los más ignorantes y pequeños, diciendo a su Eterno Padre: Te confieso y doy las gracias, oh Padre eterno, porque escondiste esta divina ciencia de los sabios y prudentes, y la manifestaste a los sencillos y pequeñuelos (Matth. 11). Y es cierto que éstos no pueden alcanzar la perfección por agudas meditaciones y sutiles consideraciones, pero son capaces como los más doctos para poder llegar a la perfección por los afectos de la voluntad, donde más principalmente consiste.

22. Enseña San Buenaventura a no pensar en ninguna cosa, ni aun en Dios, porque es imperfección el tener formas, imágenes y especies, por sutiles que sean, así de la voluntad como de la bondad, trinidad y unidad, y aun de la misma esencia divina; porque todas estas especies e imágenes, aunque parezcan deiformes, no son ellas Dios, el cual no admite imagen ni forma alguna. Non ibi (dice el Santo) oportet cogitare res de creaturis nec de angelis nec de Trinitate, quia haec sapientia per afectus desideriorum, non per meditationem praeviam habet consurgere (Mistica Theolog. par. 2. q. única). Importa no pensar aquí nada de las criaturas, de los ángeles ni del mismo Dios, porque esta sabiduría y perfección no se engendra por la meditación sutil, sino por el deseo y afecto de la voluntad.

23. No puede el Santo hablar con más claridad, y te inquietarás tú y aun querrás dejar la oración, porque no puedes o no sabes discurrir en ella, pudiendo tener buena voluntad, buen deseo y pura intención. Si en los hijuelos de los cuervos, desamparados de sus padres por pensar degeneraron viéndoles sin plumas negras, obra Dios con su rocío porque no perezcan ¿qué hará en las almas redimidas, aunque no puedan hablar ni discurrir, si creen, confían y abren la boca hacia el cielo manifestando su necesidad? ¿No es más que cierto ha de proveer la divina bondad dándoles el alimento necesario?

24. Claro está que es gran martirio, y no pequeño don de Dios, hallándose el alma privada de los sensibles gustos que tenía, caminar con sola la santa fe por las caliginosas y desiertas sendas de la perfección; pero no se puede llegar a ella sino por este penoso, aunque seguro medio. y así procura estar constante y no volver atrás, aunque te falte el discurso en la oración; cree entonces con firmeza, calla con quietud y persevera con paciencia, si quieres ser dichosa y llegar a la divina unión, a la eminente quietud y suprema paz interior."

                                            

                                                                                Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo III



· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo IV ·


                                       
                                               · Capítulo IV ·

No se ha de afligir el alma ni ha de dejar la oración por verse rodeada de sequedades


"25. Sabrás que hay dos maneras de oración, una tierna, regalada, amorosa y llena de sentimientos; otra obscura, seca, desolada, tentada y tenebrosa. La primera es de principiantes, la segunda de aprovechados y que caminan a ser perfectos. La primera, la da Dios para ganar a las almas, la segunda para purificarlas. Con la primera los trata como a niños y miserables, con la segunda los comienza a tratar como a fuertes.

26. Aquel primer camino se puede llamar vida animal, y es de aquellos que van en busca de la devoción sensible, la cual suele dar Dios a los principiantes, para que llevados de aquel gustillo, como el animal del objeto sensible, se den a la vida espiritual. El segundo se llama vida de hombres, y es de aquellos que, no procurando dulzura sensible, pelean y batallan contra las propias pasiones para conquistar y alcanzar la perfección, que es empleo propio de hombres.

27. Asegúrate que la sequedad es el instrumento de tu bien, porque no es otra cosa que falta de sensibilidad, rémora que hace detener el vuelo casi a todos los espirituales, y aun los hace volver atrás, y dejar la oración, como se ve en muchísimas almas que perseveran sólo mientras gustan el sensible consuelo.

28. Sabe que se vale el Señor del velo de las sequedades para que no sepamos lo que obra dentro de nosotros, y con eso nos humillemos; porque si sintiéramos y reconociéramos lo que obra dentro de nuestras almas, entrara la satisfacción y presunción, pensando hacíamos alguna cosa y entendiendo estábamos muy cerca de Dios, con que nos vendríamos a perder.

29. Asienta por cierto en tu corazón que se ha de quitar primero toda la sensibilidad para caminar por el interior camino, y el medio de que Dios se vale son las sequedades. Por éstas quita también la reflexión o vista con que mira el alma lo que hace, único embarazo para pasar adelante y para que Dios se comunique y obre en ella.

30. No debes pues afligirte ni pensar no sacas fruto por no experimentar, en saliendo de la comunión u oración, muchos sentimientos, porque es engaño manifiesto. El labrador siembra en un tiempo y coge en otro. Así Dios, en las ocasiones y a su tiempo, te ayudará a resistir a las tentaciones y te dará, cuando menos lo pienses, santos propósitos y más eficaces deseos de servirle y rara que no te dejes llevar de la vehemente sugestión de enemigo, que envidioso te persuadirá no haces nada y que pierdes el tiempo para que dejes la oración, te quiero declarar algunos de los infinitos frutos que saca tu alma de estas grandes sequedades.

31. El primero es perseverar en la oración, de cuyo fruto se originan otros muchos.

El segundo, experimentarás un tedio de las cosas del mundo, el cual va poco a poco arrojando los malos deseos de la vida pasada y produciendo otros nuevos de servir a Dios.

El tercero, repararás en muchas faltas que antes no reparabas.

El cuarto, reconocerás, cuando vas a hacer alguna cosa mala, una advertencia en tu corazón que te refrena para que no la ejecutes, y otras veces para que no hables, para que no te quejes o te vengues, para que te prives de algún gustillo de la tierra o para que huyas de esta o aquella ocasión o conversación a que antes ibas y estabas muy. quieto, sin ninguna advertencia o estímulo de la conciencia.

El quinto, que después de haber caído, como flaco, en alguna leve culpa, sentirás dentro de tu alma una reprensión que te afligirá sobremanera.

El sexto, sentirás dentro de ti deseos de padecer y hacer la voluntad de Dios.

El séptimo, inclinación a la virtud y facilidad más grande en vencerte y vencer las dificultades de las pasiones y enemigos que te embarazan el camino.

El octavo, reconocerás un gran conocimiento, y aun confusión de ti misma, y estima grande de Dios sobre todo lo criado, desprecio de las criaturas y una firme resolución de no dejar la oración, aunque sepas te ha de ser de cruelísimo martirio.

El noveno, sentirás mayor paz en el alma, amor a la humildad y mortificación, confianza en Dios, sumisión y despego de todas las criaturas y, finalmente, cuantos pecados habrás dejado de hacer desde que tienes oración, todo es efecto de que el Señor obra dentro de tu alma sin que lo conozcas por medio de la oración seca, aun que no lo sientas mientras estás en ella, sino a su tiempo y ocasión.

32. Todos estos frutos y otros muchos son como nuevos pimpollos que nacen de la oración que tú quieres dejar por parecerte que estás seca, que no ves fruto ni te aprovechas en ella. Está constante y persevera con paciencia que, aunque tú no lo conoces, se aprovecha tu alma."

                                                                Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo IV



· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo V ·


                                                 · Capítulo V ·

Prosigue lo mismo, declarando cuántas maneras hay de devoción y cómo se debe despreciar la sensible y que el alma, aunque no discurra, no está ociosa


"33. Dos maneras hay de devoción: la una es esencial y verdadera; la otra, accidental y sensible. La esencial es una prontitud de ánimo para bien obrar, para cumplir los mandamientos de Dios y hacer todas las cosas de su servicio, aunque por la flaqueza humana no se pongan en ejecución como se desea (S. Thom., 2. 2. q. 82, arto 1; Suárez, De relig., II, lib. 2, cap. 6, núms. 16 y 18). Esta es verdadera devoción, aunque no se sienta gusto, dulzura, suavidad ni lágrimas; antes suele tenerse con tentaciones, sequedades y tinieblas.

34. La devoción accidental y sensible es cuando a los buenos deseos se le junta blandura de corazón, ternura, lágrimas u otros afectos sensibles (S. Bern., Serm. I. Nativ. Dom.; Suárez, ibid.; Molina, De oratione, cap. 6). Esta no se ha de buscar, antes es lo más seguro tener la voluntad desapegada y despreciarla, porque a más de que suele ser peligrosa, es de grande embarazo para hacer progreso y pasar adelante en el interior camino. y así sólo debemos abrazar la devoción verdadera y esencial, la cual siempre está en nuestra mano el procurarla, y haciendo cada uno de su parte lo que pudiere la alcanzará, ayudado de la divina gracia. Y ésta se puede tener con Dios, con Cristo, con los misterios, con la Virgen y con los santos. (S. Thom. y Molina, ibid.)

35. Piensan algunos cuando se les da la devoción y gusto sensible que son favores de Dios y que ya entonces le tienen, y toda la vida es ansiar por ese regalo; y es engaño, porque no es otra cosa que un consuelo de la naturaleza y una pura reflexión con que el alma mira lo que hace, la cual impide que se haga ni se pueda hacer nada ni se alcance la verdadera luz ni se dé un paso en el camino de la perfección. El alma es puro espíritu y no se siente; así los actos interiores y de la voluntad, como son del alma y espirituales, no son sensibles, con que no conoce el alma si ama ni siente las más veces si obra.

36. De ahí inferirás que aquella devoción y gusto sensible no es Dios ni espíritu, sino cebo de la naturaleza, y así debes despreciarle y no hacer caso y perseverar con firmeza en la oración, dejándote guiar del Señor, que él te será luz en las sequedades y tinieblas.

37. No creas cuando estás seca y tenebrosa en la presencia de Dios por fe y silencio que no haces nada, que pierdes tiempo y que estás ociosa, porque este ocio del alma, según dice San Bernardo, es el negocio de los negocios de Dios: Hoc otium magnum est negotium. Y más abajo dice: «La ociosidad es no vacar a Dios, porque éste es el negocio de todos los negocios: Otiosum est non vacare Deo, immo negotium negotiorum omnium hoc est» (Tract. de vita solit., t. 5, cap. 8).

38. Ni se ha de decir que le está ociosa el alma, porque aunque no obra activa, obra en ella el Espíritu Santo. A más que no está sin ninguna actividad, porque obra, aunque espiritual, sencilla e íntimamente. Porque estar atenta a Dios, llegarse a él, seguir sus internas inspiraciones, recibir sus divinas influencias, adorarle en su íntimo centro, venerarle con un pío afecto de la voluntad, arrojar tantas y tan fantásticas imaginaciones que ocurren en el tiempo de la oración, y vencer con la suavidad y el desprecio tantas tentaciones, todos son verdaderos actos, aunque sencillos y totalmente espirituales y casi imperceptibles, por la tranquilidad grande con que el alma los produce."

                                                            
                                                           Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo V



· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo VI ·



                                              · Capítulo VI ·

No se ha de inquietar el alma por verse cercada de tinieblas, porque éstas son el instrumento de su mayor felicidad

"39. Hay dos maneras de tinieblas, unas infelices y felices otras. Las primeras son las que nacen del pecado, y éstas son desdichadas, porque conducen al cristiano al eterno precipicio. Las segundas son las que el Señor permite en el alma para fundarla y establecerla en la virtud, y éstas son dichosas, porque la iluminan, la fortalecen y ocasionan mayor luz. y así, no has de turbarte, afligirte ni desconsolarte por verte obscura y tenebrosa, juzgando que Dios te falta y también la luz que antes experimentabas; antes bien, debes entonces perseverar con confianza en la oración, porque es señal manifiesta que Dios por su misericordia quiere introducirte en la interior senda y dichoso camino del Paraíso. ¡Oh, qué dichosa serás si las abrazas con paz y resignación, como instrumentos de la perfecta quietud, de la verdadera luz y de todo tu espiritual bien!
40. Sabe, pues, que el camino de las tinieblas es de los que se aprovechan, y el más perfecto, seguro y derecho, porque en ellas hace el Señor su trono: Et posuit tenebras latibulum suum (Psal. 17). Por ellas crece y se hace grande la luz sobrenatural que Dios infunde en el alma. En medio de ellas se engendra la sabiduría y el amor fuerte. Por ellas se aniquila el alma y se consumen las especies que embarazan la vista derecha de la divina verdad. Por este medio introduce Dios al alma por el interior camino en oración de quietud y perfecta contemplación, tan de pocos experimentada. Por ellas, finalmente, purifica el Señor los sentidos y sensibilidades que embarazan el camino místico.
41. Mira si se han de estimar y abrazar las tinieblas. Lo que debes hacer en medio de ellas es creer estás delante del Señor y en su presencia, pero ha de ser con una atención suave y quieta. No quieras saber nada ni busques regalos, ternuras ni sensibles devociones, ni quieras hacer otra cosa que el divino beneplácito, porque de otro modo no harás en toda tu vida otra cosa que círculos y no darás un paso en la perfección."                                                                                  
                                                                             
                                                                                  Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo VI



· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo VII ·



                                            · Capítulo VII ·

Para que el alma llegue a la suprema paz interior, es necesario que Dios la purgue a su modo, porque no bastan los ejercicios y mortificaciones que ella puede tomar por su mano

"42. Luego que te resolvieres con firmeza a mortificar tus exteriores sentidos para caminar al alto monte de la perfección y unión con Dios, tomará su Majestad la mano para purgar tus malas inclinaciones, desordenados apetitos, vana complacencia y propia estima, y otros ocultos vicios que tú no conoces y reinan en lo íntimo de tu alma e impiden la divina unión.
43. No llegarás jamás a este dichoso estado por más que te fatigues con los ejercicios exteriores de mortificación y resignación, hasta que interiormente este Señor te purgue y ejercite a su modo, porque él solo sabe cómo se han de purgar los defectos secretos. Si tú perseveras con confianza, no sólo te purgará de los afectos y apegos de los bienes naturales y temporales, pero a su tiempo te purificará también de los sobrenaturales y sublimes, como son las comunicaciones internas, los raptos y éxtasis interiores, y otras infusas gracias donde se apoya y entretiene el alma.
44. Todo esto hará Dios en tu alma por medio de la cruz y sequedad, si tú libremente le das el consentimiento por la resignación, caminando por estos desiertos y tenebrosos caminos. Lo que tú has de hacer será no hacer nada por sola tu elección. La correspondencia de tu libertad y lo que tú debes hacer ha de ser únicamente callar y sufrir, resignándote con quietud en todo lo que el Señor interior y exteriormente te quisiere mortificar, porque éste es el único medio para que tu alma llegue a ser capaz de las divinas influencias (mientras sufrieres la interior y exterior tribulación con humildad, quietud y paciencia), no las penitencias, ejercicios y mortificaciones que por tu mano puedes tomar.
45. Más estima el labrador las hierbas que planta en la tierra que aquellas que por sí solas nacieron, porque éstas no llegan jamás a sazonarse. Del mismo modo estima Dios con más caricia la virtud que siembra e infunde en el alma (mientras se halle sumergida en su nada, quieta, tranquila, retirada en su centro y sin ninguna elección) que todas las demás virtudes que pretende conquistar por su elección y propiedad.
46. Lo que importa es preparar tu corazón a manera de un blanco papel, donde pueda la divina sabiduría formar los caracteres a su gusto. ¡Oh, qué grande obra será para tu alma estar en la oración las horas enteras, muda, resignada y humillada, sin hacer, sin saber ni querer entender nada!"

                                                                               Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo VII